sábado, 15 de diciembre de 2012

Va por usted, Sr. Hitchens

Hoy hace exactamente un año que falleció uno de mis héroes personales: Christopher Hitchens. El valiente escritor y periodista fue uno de los ateos militantes más mordaces e implacables que se recuerdan. Acérrimo defensor de la razón y de los derechos humanos arremetía contra todo aquél que a su juicio los vulnerara,  sin importar cual fuera su nombre, desde la madre Teresa de Calcuta, hasta el Papa Juan Pablo II, pasando por numerosos dictadores. Denunciaba en sus libros la sin razón humana y a aquellos que la promueven deliberadamente.    

"Hitch, como le conocía muchísima gente, era ateo. Pero no solo. Quiero decir que no se limitaba a no creer en ningún dios, como le pasa a mucha gente, sino que combatía con increíble brillantez lo que él llamo siempre el nefasto poder que la superstición religiosa ejerce sobre la mente y sobre la libertad de las personas." - Tiempodehoy.com –


Hitchens
Hitchens en 2003

Indomable y de espíritu libre, Hitchens desafió al status quo mediante el debate y la palabra. Capaz de convencer a cualquiera mediante su brillantez y mediante su escritura, la cual muchos comparan con la de Oscar Wilde. Fue una de esas personas que no deja indiferente a nadie y a la que no puedes ignorar. Siempre fue fiel a sus pensamientos así como a su cigarrillo y a su buen beber aún cuando el cáncer de faringe le estaba ganando la batalla.




Como una maldición divina, (decían sus enemigos),  fue víctima de un cáncer de garganta como si ese dios quisiera silenciarle e impedir que dijera las verdades que tenía que decir. Aún así, Hitchens nunca calló y mientras se enfrentaba a la muerte con el coraje que siempre le caracterizó continuó escribiendo (su último libro: Mortalidad) y diciendo lo que pensaba.

"Pero el gran Hitch hizo algo más que eso. Nos contó su enfermedad desde el primer momento hasta casi el último, cuando ya no era capaz de escribir (a eso es a lo que más temía). Sacó fuerzas de donde no las había y, a pesar de quimioterapias, radioterapias, cirugías y todo tipo de analgésicos privadores de la consciencia, siguió escribiendo para que nosotros pudiésemos saber hoy dos cosas. La primera, cómo vive el camino hacia el “eterno Lacayo” (así llamaba T. S. Elliot a la muerte en un inolvidable poema) una persona estoica, brillante y cabal. Es decir, casi un diario de viaje. Y la segunda, cómo se enfrenta al hecho de morir alguien que no cree en el más allá; alguien que no dice “tengo un cuerpo” sino “soy un cuerpo”. -Tiempodehoy.com-


 Falleció el 15 de Diciembre de 2011, dejando atrás a muchos enemigos y seguro que a muchos más amigos incluidos aquellos a los que nunca conoció, como todos aquellos que leímos sus dos libros más inspiradores con los que nos hizo pensar: "Dios no es bueno" y "Dios no es real", donde pone de manifiesto cosas que mucha gente no sabe o no quiere saber sobre los crímenes cometidos por la Iglesia (hoy día incluido) y donde afirma que tanto ésta como dios no son cosas buenas en absoluto y que, de hecho, si dios es como lo describen las religiones somos muy afortunados de que no exista.

Sobre sus memorias, que espero leer pronto, Carlos Boyero en el País escribía:

"O sea, empiezo mi conocimiento por el final, cuando este magistral estilita y veraz ser humano decide que le han ocurrido las suficientes cosas en la existencia como para hacer definitivo repaso de ellas. Y lo que cuenta, pero sobre todo, cómo lo cuenta, revela un cerebro, un corazón, una valentía, una capacidad para escapar del cómodo autoengaño y del dogma, una sutileza descriptiva, una mordacidad, una cultura y una autenticidad que están más allá del elogio, que enamoran. Lee sin prisas y sin pausas estas memorias, admirando su brillantez narrativa, haciéndote pensar, dudar y sentir. Capítulos como los dedicados a la evocación de su suicida madre y a su educación infantil y adolescente son inolvidables. Mi descubrimiento de Hitchens ha sido tardío, pero mejor tarde que nunca. Me esperan sus libros Dios no es bueno y Dios no existe. Aunque yo no fuera agnóstico, seguro que acababa dándole la razón. O replanteándome mi fe. Es así de persuasivo y seductor."  

Hoy, igual que hicimos hace un año, levantamos nuestras copas y brindamos por ti. Va por un libre pensador y ser humano íntegro. Va por una persona que nos enseñó con su ejemplo y con sus palabras muchas cosas valiosas. Gracias por decir bien alto lo que muchos no querían oír y por enseñarnos a pensar y no qué pensar. Va por ti Hitch:






Extraido de: Tiempo de hoy.com
“¿Alguien más piensa...?”.
La noticia de que Hitchens estaba herido por un cáncer de esófago corrió como la pólvora por las webs. Hay que decir que muy especialmente por las fundamentalistas de todas las variedades religiosas. Y es el propio Hitchens quien, con una sangre fría que yo no recuerdo haber conocido antes en nadie (quizá en el suicidio de Sócrates, quizá en el cura Maximilian Kolbe, que se dejó asesinar por los nazis para que no mataran a otros), reproduce este texto que les copio y que procede de una web que el autor tiene el buen gusto de no citar:
“¿Quién más piensa que el hecho de que Christopher Hitchens tenga un cáncer terminal de garganta[sic] es la venganza de Dios por haber usado la voz para blasfemar? A los ateos les gusta ignorar los hechos. Les gusta actuar como si todo fuera una coincidencia. ¿En serio? ¿Es solo una coincidencia [que], de todas las partes de su cuerpo, Hitchens tenga cáncer en la parte del cuerpo que usó para la blasfemia? Sí, seguid creyendo eso, ateos. Va a retorcerse de agonía y de dolor, y se marchitará hasta desaparecer y tener una muerte horrible, y después viene la verdadera diversión, cuando vaya al fuego infernal y sufra eternamente la tortura y el fuego”.
Lo asombroso no es que haya gente como la que ha escrito esa salvajada, que contradice una por una todas las virtudes cristianas. Cuando el Dios Creador hizo brotar el mundo en siete días (hecho científicamente comprobado, como sabemos bien todos) y decidió alegrar un poquito el resultado con unos granitos de estupidez, se le saltó el tapón del frasco y buena la hizo, porque lo puso todo perdido y así nos va.
Lo asombroso es el cachondeíto que el propio Hitchens, muy seriamente enfermo ya de cáncer de esófago (que no de garganta), se gasta para comentar ese y otros párrafos igualmente impagables. Por ejemplo: “No has vivido, si puedo decirlo así, hasta que no has leído textos como ese en las webs oficiales de los fieles”. También cita correos electrónicos de numerosos clérigos (cristianos, judíos, musulmanes) que, con todo cariño, le prometían rezar por él. Hitch agradeció a todos, uno por uno, el detalle, pero al final les preguntaba: “Rezar... ¿para qué?”.
Ahí lo maravilloso son las respuestas, que pueden clasificarse en dos apartados. Uno: “Para que te cures”. Dos (el más frecuente): “Para que en último momento te arrepientas de tu vida de ateo y alcances la salvación eterna que mi religión te ofrece”. Hay una tercera, muy escasa: “Para que te mueras de una puñetera vez y dejes de dejarnos en ridículo con tus argumentos”, pero esa se trata nada más que de una broma.
No sirvió de nada. Hitch, que considera humorísticamente la oración como una petición al legislador para que incumpla sus propias leyes en beneficio de alguien que reconoce no merecerlo, tomó esos detalles como reconfortantes buenos deseos y los agradeció; pero confió con muchísima más vehemencia en el trabajo de los médicos, sobre todo de algunos a los que se refiere con verdadero cariño.
Médicos que al final no lograron salvarlo, como él mismo dice, porque no aguantó dos o tres años más, dada la vertiginosa velocidad a la que están avanzando la oncología.
Christopher Hitchens murió sin la muerte horrible que le deseaban los compasivos fieles; murió sinconvertirse en nada más que lo que fue siempre, un tipo ejemplar, y se fue después de regalarnos a todos este libro inaudito, Mortalidad, en el que cuenta cómo anduvo paso a paso el camino por el que no habría de regresar. La fortaleza (falsa) que se supone al enfermo. Su increíble diálogo con el miedo. La pérdida de la voz. Lo insoportable del dolor, algo imposible de describir con palabras. Los amigos y el amor en la recta final...
Y, sobre todo, la lección definitiva de alguien que murió como había vivido: combatiendo, pero en paz.


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