El pasado viernes hubiese cumplido 78 años el hombre que inspiró a varias generaciones de niños y jóvenes para convertirse en los científicos de hoy. Gracias a él muchos soñamos con estar algún día, mediante el conocimiento, más cerca de aquellas lejanas y ya extintas estrellas que observamos en el cielo nocturno. Empezamos a interesarnos por la ciencia y a comprender por qué es la herramienta más preciada y útil que tenemos. Como consecuencia inevitable de esto, comenzamos a darnos cuenta de lo perniciosas que son para la humanidad y su desarrollo todas y cada una de la supersticiones en cualquiera de sus formas y tímidamente algunos empezamos a intuir que las religiones no sólo no son necesarias, sino que no son algo deseable en absoluto. Fue un gran científico y sobre todo un gran divulgador de ciencia ya que tenía una gran capacidad para transmitir su pasión. Sin duda fue uno de los grandes. Estoy hablando de Carl Sagan.
Puedo decir que algo cambió en mi modo de ver el mundo, hace más de 12 años, cuando compré casi por azar y leí su famoso libro titulado El mundo y sus demonios. Recuerdo muy bien como me llamó la atención el inicio del capitulo 10, titulado Un dragón en el garaje. Mediante un sencillo ejemplo hipotético Sagan relataba el modus operandi de cualquier afirmación sobrenatural que no está respaldada con ninguna evidencia y como ésta se escabulle constantemente ante los intentos de comprobación ya que al ser sobrenatural tiene vía libre para escapar de comprobaciones naturales, es decir, todo vale, puedes inventar lo que quieras para "argumentar" la falta de evidencias. Decía asi: