Esta es, posiblemente, la cuestión más poderosa para generar creyentes en religiones y dioses: el miedo a la muerte. Es el gran lastre que arrastra todo ser humano y el que más o el que menos todos en algún momento hemos pensado sobre ello. Ante la crueldad de este acontecimiento que es la muerte muchas personas buscan un consuelo fácil y deciden que nuestra existencia no termina ahí. A menudo la religión trata sobre lo que nos gustaría que fuera verdad y no sobre lo que, probablemente, es verdad. Queremos que nos mientan, queremos una mentira tranquilizadora que sustituya a la cruda realidad. Por eso siempre he dicho que ser un ateo o librepensador es ante todo un acto de honestidad con uno mismo y casi una obligación como seres humanos pensantes que somos.
Como decía Christopher Hitchens, "a todos en algún momento vendrá alguien a tocarnos en el hombro y nos dirá no sólo que la fiesta se acabó, si no algo un poco peor: que la fiesta sigue pero que tú te tienes que ir y va a seguir sin ti". En lugar de eso, bromeaba Hitchens, la religión ofrece un consuelo prometiendo lo contrario: "¡buenas noticias! esta fiesta va a durar para siempre (por favor intente imaginar el concepto "para siempre" ) y no puedes irte, tienes que quedarte...¡ah si! además el jefe insiste en que te lo pases bien."
Puedo entender por qué muchas personas prefieren ese vago pseudo-consuelo luchando contra su honestidad y contra su valentía de aceptar la realidad y también puedo entender que ciertas personas sin una formación básica y sin las herramientas adecuadas para comprender la realidad realmente lo crean. Es más, en determinados casos y situaciones entiendo que eso pueda resultar beneficioso.
Pero una vez superado el trauma inicial de comprender que esta vida es la única que tenemos comienza lo bueno. Comienza lo positivo. Si piensas que esta es la única vida que tenemos comienzas a comprender realmente que es la vida y que es la muerte. Intentas disfrutar y aprovechar al máximo la única oportunidad que tienes de hacer cosas. Intentas aprender y disfrutar todo lo posible sobre el mundo, intentas hacer que la vida de los demás sea mejor. Te esfuerzas por dejar tu huella e influencia en los demás y en el mundo. Y de esa forma sí, poder de alguna manera alcanzar cierto grado de inmortalidad al perdurar tu influencia, tus ideas y tus actos en las personas que dejas atrás. Una persona que realmente cree que después de ésta viene otra vida mucho mejor...no tendría estas motivaciones, es más, si realmente cree eso estaría deseosa de llegar a esa vida mejor.
En cuanto a la respuesta de ¿qué hay después de la vida? para mi es muy simple: después de la vida hay exactamente lo mismo que hubo antes de la vida. Es decir, concibo la vida como un breve periodo de existencia intercalado entre dos enormes (infinitos) periodos de inexistencia. Estar muerto significa no estar, significa no existir. Según eso todos estuvimos muertos antes de nacer (o antes de ser concebidos, como se quiera) y no sufríamos ni pensábamos ni nada porque no estábamos. Salimos de ese estado de no-existencia y comenzamos a existir durante un periodo de tiempo finito, para a continuación volver al estado de no-existencia del que salimos. Por lo tanto tampoco habrá nada a lo que temer. Decía el filósofo griego Epicuro que no había nada a lo que temer en la muerte ya que la muerte y yo nunca vamos a coincidir, es decir, nunca vamos a coexistir porque mientras yo exista no hay muerte y cuando haya muerte es porque yo no existo. Lo que importa es lo que hagas y cómo vivas ese precioso y breve periodo de existencia al que llamamos vida.
Si te parece desolador, escucha a Richard Dawkins (son, por cierto, las palabras que quiere que se lean en su funeral) y te darás cuenta de que tenemos mucha suerte:
Y para terminar os dejo con un genial vídeo de The thinking atheist donde varios youtubers reflexionan sobre estos asuntos:
J.O.
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